“Tabú, comprensión, libertad” – Aimé Guinto, Ilustradora
Hace algunos días tuve la fortuna de encontrar una joya de 26 minutos en Netflix. Se trata de Period. End of Sentence. Este trabajo ganó el Oscar a mejor cortometraje documental en 2019, fue dirigido por Rayka Zehtabchi y abrió una conversación muy necesaria acerca de los tabúes que rodean a la menstruación en la población de Kathikera, a las afueras de Delhi. Me impresionó el grado de ignorancia que existe en la población respecto a la menstruación. El documental hace un acercamiento a las niñas y mujeres del pueblo, y nos muestra una realidad dolorosa.
Somos testigos del desesperanzador destino de muchísimas niñas que dejan de estudiar cuando comienzan a menstruar. Las razones son diversas: desde la pobreza que les impide comprar toallas hasta el hecho de que no existen baños donde puedan cambiar las toallas o telas que utilicen (las letrinas son un agujero en el suelo, sin mencionar que deben caminar mucho tiempo para encontrar una y asegurarse de que ningún hombre las vea). Al verse obligadas a repetir esta experiencia mes por mes, terminan abandonando sus estudios, desmotivadas y derrotadas por la situación.
Ninguna de ellas sabe a ciencia cierta lo que es la menstruación, sólo están seguras de que se trata de un tabú; un secreto que ni siquiera las ancianas se atreven a discutir. Saben que gracias a ella tienen hijos y que es incómoda. Y eso es todo. Nadie habla del tema, se acepta como algo inamovible y malo, y persisten prácticas tan dañinas como la exclusión de las mujeres de los templos sagrados cuando están menstruando, por estar “sucias, impuras”.
Quedé sumamente impactada. Se trata de una situación de injusticia insoportable.
Si las mujeres son incapaces de entender qué es la menstruación, pierden la posibilidad de comprender su cuerpo y decidir sobre él. Por lo tanto, es difícil que vivan con autonomía. Inculcarles desde pequeñas que están sucias por menstruar es asumir que su cuerpo, su naturaleza, es mala; es quitarles total libertad sobre su educación y, por lo tanto, su futuro.
Sin embargo, el documental transmite una solución esperanzadora: The Pad Project. Este proyecto permite que las mujeres de la aldea trabajen en la fabricación y venta de toallas sanitarias de bajo costo. Reciben educación sexual y por primera vez pueden hablar del tema con otras mujeres que han vivido lo mismo; tienen la oportunidad de formar una comunidad. Además, reciben un sueldo que les permite ganar un poco de independencia en ese mundo brutalmente patriarcal. Su vida, sus experiencias y su futuro cambian.
Historias así no son exclusivas de la India. Al adentrarme un poco más en la investigación encontré un artículo del periódico El Universal que hablaba del atraso en la higiene menstrual en México. Se trataba prácticamente del mismo relato traspasado al pueblo de Catishtic, en San Juan Chamula, Chiapas. La historia se repite. Las niñas dejan de ir a la escuela no sólo por miedo a mancharse, sino porque no cuentan con instalaciones adecuadas, exclusivas para ellas, que les permitan asearse adecuadamente. Tampoco saben qué es la menstruación.
The Hunger Project México llevó a cabo un proyecto en el que ayudaron a las mujeres a construir su propio baño, seguro y adecuado. Esto les permitió desarrollar autonomía y confianza en sí mismas. Sin embargo, las jóvenes aún viven con el miedo de ser atacadas cuando se dirigen a las letrinas, que se encuentran fuera de las casas. Los violadores pueden agredirlas en cualquier momento y ellas se hallan igual de indefensas que siempre.
Hablé con mis padres sobre todo esto y mi mamá me contó que cuando era chica y tuvo su primera menstruación, su madre comunicó la noticia a la familia con las palabras: “pobre, está enferma”. No era la India, ni un pueblo atrasado en lo profundo de la selva: era la Ciudad de México a finales de los años setenta. Y recordé que cuando yo estaba en secundaria y hablaba de menstruación con mis amigas, siempre era con vergüenza, y como si fuera lo más molesto y doloroso del universo.
Era víctima de mi menstruación y no podía escapar.
Ahora, mirando hacia atrás, creo que relacioné a la menstruación con la debilidad y la incapacidad de aguantar el dolor. Y eso se traspasó a todos los ámbitos de mi vida.
Comenzar a menstruar te obliga a comportarte de forma distinta. Tu cuerpo se transforma y a tu alrededor, las personas modifican su trato contigo. La preocupación por si tienes novio o no es cada vez mayor, día a día se exige que cuides como te vistes y que tengas cuidado al salir a la calle (más bien se te exige que tengas miedo de salir a la calle), que no juegues “pesado” con los niños; se te deja en claro que eres diferente a ellos. Ya eres una mujer y debes comportarte como tal.
Las investigadoras Itzel A. Sosa-Sánchez, Susana Lerner y Joaquina Erviti realizaron un estudio muy interesante que habla, entre otras cosas, de la percepción que las mujeres tienen de su primera menstruación y lo que ésta significó en sus vidas. Se utilizan conceptos muy interesantes, como el de civilidad menstrual, que consiste en el hecho de que la menstruación se construye como perteneciente al ámbito privado y como una cuestión de mujeres. En este estudio veintidós mujeres con distintos antecedentes, edades y escolaridades relatan sus experiencias. Adjunto un extracto de este estudio para que se den una idea de lo que hablo:
… los testimonios de las participantes sugieren que la primera menstruación implica el aprendizaje de nuevos códigos y regulaciones corporales y simbólicas estrechamente relacionadas con la normatividad sexual y de género:
P: Estás acostumbrada a caminar de tal o cual forma, sentarte de tal o cual forma y cuando te llega esto [la menstruación], me dicen que cierre las piernas. (Luisa, 36 años, contexto urbano, condiciones de vida precarias)
Estas disciplinas constituyen una parte fundamental de lo que significa ser mujer en un lugar y momento determinados e implican (entre otras cosas) el aprendizaje del pudor, de la normatividad sexual, de la discreción (“empezamos a recatarnos un poco”) y la manera de portar el cuerpo (“me dicen que cierre las piernas”), lo que implica la adopción de diversos comportamientos considerados como socialmente adecuados para una mujer.
Estos mecanismos sociales generizados contribuyen a construir la sexualidad como peligrosa para las mujeres y el cuerpo de las mujeres como un cuerpo especialmente vulnerable, por lo que se socializa y generaliza el discurso de los “cuidados” que las mujeres deben tener y/o reforzar a partir de la llegada de la primera menstruación. Asimismo, los discursos de las participantes sugieren que el “cuidarse” implica el dominio de los comportamientos y actitudes necesarios para resguardar la reputación, “darse a respetar” y evitar situaciones peligrosas que puedan desencadenar posibles agresiones sexuales. (Sosa-Sánchez, Lerner y Erviti, 2014: 364.)
Estas palabras resuenan con mi realidad y con los comportamientos que he observado en la mayoría de las mujeres a mi alrededor. Para cambiar el discurso debemos preguntarnos: ¿por qué la menstruación se conceptualiza como el paso a la sexualidad peligrosa?, ¿por qué se mantiene en secreto, desterrando a los hombres por completo de la problemática?,
¿por qué, cuando te dan una plática sobre la menstruación en la escuela, separan a los hombres de las mujeres?
Este simple acto envía mensajes claros: La menstruación es privada, un asunto que sólo concierne y debe preocupar a las mujeres. Al bloquear el acceso a los hombres, la volvemos un tabú y normalizamos conductas incorrectas. Este tipo de actitudes impiden que la menstruación se tome como un asunto de salud pública, cuando claramente lo es. Las mujeres terminan siendo vistas como seres débiles que necesitan nuevas reglas de comportamiento para sobrevivir en una sociedad que no la comprende y no la apoya.
La sexualidad debería enseñarse como se enseñan las matemáticas: exámenes periódicos de anatomía del ser humano; clases de salud reproductiva, explicaciones sobre la importancia de cuidar nuestro cuerpo y tomar las decisiones que consideramos convenientes. (Ojo, esto tanto para mujeres como para hombres).
Así, tendremos una generación de hombres preocupados por el placer de sus compañeras, por la salud de sus hermanas, madres y amigas, y una generación de mujeres que se considerarán valiosas durante cada etapa de sus vidas, serán valientes y capaces de afrontar la violencia y los problemas de nuestro país.
La menstruación es un proceso totalmente natural que debe ser tratado con total apertura para que no se convierta en una molestia, un impedimento.
La educación nos hará libres.
Escrito por la maravillosa: Lucía Ortiz Marín
Síguela en Instagram: @lucy_om_97
Ilustrado por la fabulosa: Aimé Guinto
Síguela en Instagram: @aimeguintoh
Referencias:
-Sosa-Sánchez A. Itzel, Susana Lerner y Joaquina Erviti. 2014. Civilidad menstrual y género en mujeres mexicanas: un estudio de caso en el estado de Morelos. Estudios sociológicos XXXII (2014) 355-383. Recuperado de: https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/6164364.pdf
-Period. End of Sentence. Dirigido por Rayka Zehtabchi(2019). Disponible en Netflix.
-Villa Román, Elisa. 2018. Las niñas no van a la escuela por miedo a mancharse, El Universal. 28 de mayo, sección Opinión: https://www.eluniversal.com.mx/colaboracion/redaccion/las-ninas-no-van-la-escuela-por-miedo-mancharse